¿QUÉ ES SER PADRE?

¿Cuándo fui padre? ¿Cuando nos lo confirmó el ‘predictor genérico? Noooo…

¿Cuando vi tu piececito casual en aquella ecografía? Hombre, ahí ya…

Probablemente empecé a ser consciente tras la gélida barrera de la incubadora, cuando te leí emocionado El Principito en mi socorrido iPhone. Intentando superar sin éxito mis lágrimas y las de tu madre, ahí comencé intelectualmente a hacer mío el concepto de papá: ¿por qué un principito y no una princesita? Y ya barrunté que quedaba mucho por hacer…

Aún tenía que pasar algún tiempo hasta que… una mañana me despedí de ti como tantas otras en la guarde y tú, mirándome a los ojos por primera vez, me dijiste adiós con la mano sin llorar; acaso fue una de tus tempranas muestras de autonomía personal, una pequeña pero sólida conquista en la construcción de tu independencia. Quizá en ese momento me sentí plenamente padre, pasé de ‘saberme’ progenitor a ‘sentirme’ papá.

La responsabilidad permanente -‘a tiempo completo’- de tu madre y de tu padre, a veces abrumadora, supera todos los miedos inherentes a la paternidad. Hace unos días supimos que le pasó a GABRIEL, un pequeño ángel almeriense -la sonrisa de un pescaíto-, a manos de una bruja mala o, quizá, un monstruo. A veces no somos del todo conscientes de que los niñ@s sois tan frágiles como bellos, y que la inocencia -que es vuestro más preciado tesoro- no siempre es bien entendida ni respetada.

Ser padre te induce a superar -o al menos soslayar- los miedos y fantasmas que alberga tu pánico a la responsabilidad. Te hace capaz de improvisar habilidades de las que carecías, te convierte de facto en catedrático de la improvisación y, por fuerza, te cambia y condiciona la existencia para siempre. Siempre estarás velando y tutelando sus pasos, aunque ninguno tengamos un manual de instrucciones para hacerlo con algún criterio establecido…

Pañales, potitos, apiretal, ¿tiene fiebre?, bivos, no te acerques a la estufa, ale a cambiarle otra vez el vestido, a ver si se cae, más apiretal, se duerme o no, creo que está estreñida; che, ¿dónde está el chupete?, ¿lo estaremos haciendo bien? No sé, ¿dónde están los pañales? ¡A dormir!

Ah, bueno, y más apiretal; mutarte en el extraño ser que ahora dice ‘caca’ y ‘caquita’ para referirte al coprolito cuando toda la vida has denominado cagar, defecar y boñiga a la cosa excretora ; asumir las reprimendas de la madre cuando no le combinas bien los colores al vestirla -y más si la madre es diseñadora gráfica-; más apiretal; poner la mano para que no se caiga… y también cuando ya se ha caído

Curiosamente, ser y ejercer de padre hasta te convierte en mejor persona, porque tu lectura del mundo es menos despreciable y más respirable, porque debes mejorarlo para tu hija. Gracias a ti, CANDELA, lo pusilánime, lo mediocre y anodino, lo miserable incluso lo relego al olvido para poder mostrarte lo bello, lo sublime, lo trascendente. Y en mi consciente voluntad de (re)descubrirlo para ti, de regalártelo y enseñártelo, reviso y enriquezco mi visión del mundo, desde el más escéptico nihilismo al motor del cambio personal que tú me inspiras.

¿Qué es ser padre? Verte reír y contemplar absorto la esencia del universo en tus alegres ojitos.

Ay, ¿ya te has hecho caca otra vez? ¡Candela!

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